viernes, 13 de agosto de 2010

VOLUNTAD GENERAL



En el presente ensayo el objetivo es hacer una crítica constructiva del pensamiento filosófico de Hannah Arendt respecto a los conceptos que ella destaca en el Capítulo de “La Cuestión Social”, contenido en su libro “Sobre la Revolución”, y que ha denominado como voluntad general, piedad, solidaridad, compasión e hipocresía, mismos que se suscitan en la esfera de la sociedad y que por su abstracción el hombre, como componente de la sociedad, no siempre se percata de su existencia.
Tomando en consideración los elementos esgrimidos por la autora en su texto, se puede decir que ella define a la voluntad general como el vínculo espiritual indivisible y unánime que engloba todas las voluntades de los ciudadanos y cuyo enemigo común es el interés particular o voluntad particular de cada individuo, por lo tanto, solamente si este individuo se rebela contra sí mismo y sus intereses particulares, será capaz de originar esta voluntad general, clave del poder político en los gobiernos occidentales y esfera de participación pública de los ciudadanos que conforman la sociedad.
Esta voluntad que antes sólo pertenecía, según sea el caso, al monarca o al gobernante, se traslada al pueblo, constituyéndose así en una supuesta “soberanía popular”, en la que cada hombre se convertiría en un verdadero ciudadano del cuerpo político nacional. Sin embargo, la revolución, como fenómeno social del que surgió el concepto aludido, sólo abría una parte del espacio político, mismo que resultaba ineficiente para el surgimiento de una verdadera participación política, ya que dicha voluntad general se manifestaría a través de representantes, mismos que en cualquier momento podrían anteponer sus intereses particulares a la voluntad general y por ende ir en contra de ella, constituyéndose en enemigos comunes de la misma.
Otra de las características de la voluntad general que se debe destacar es el relativo a la unidad u homogeneidad. Robespierre, fue el exponente que más apeló la voluntad general bajo el argumento de una “necesaria unidad”, indicando que “la única fuerza que podía y debía unir a las diferentes clases de la sociedad de una nación era la compasión de las clases altas por el pueblo bajo, sellan sus acciones por una actitud compasiva hacia los débiles, en un despliegue de sentimientos relativos a lo íntimo, a lo secreto, conformando así la reacción humana más natural frente a los padecimientos de los demás, fundamento auténtico de toda verdadera relación humana natural. En este sentido, la compasión se asemeja al amor, toda vez que anula la distancia, por tal razón, cuando aparece en público se distorsiona y tiene como efecto el desastre: “La compasión desde el punto de vista político, es irrelevante debido a que anula el espacio mundano interhumano donde están localizados los asuntos políticos, la totalidad de la actividad humana. Quienes sufren quedan en el conglomerado mejor denominado como pueblo o masa.
En este sentido, es necesario que el espacio íntimo sea preservado de la luz pública, lugar en el que se encuentra ubicada la hipocresía. Cuando se confunde con virtud ciudadana se torna sospecha y desconfianza que genera terror, destruyendo el espacio de las apariencias que debe ser constantemente validado. Esto llevará al desarrollo del tema de la autenticidad, que implicará el factor ineludible de que la autenticidad de las emociones deba ser probada de manera permanente. Sometida a una perpetua validación. Convirtiendo la compasión en piedad al sacarla a la luz, pues entonces ya no podía dirigirla hacia padecimientos específicos ni enfocarla sobre personas particulares.
Por su dirección particular la compasión impide el intercambio porque sólo es enviado hacia quien la padece. Arendt puntualiza que la compasión, por lo general, no se propone transformar las condiciones del mundo a fin de aliviar el sufrimiento humano, pero si lo hace, evitará el largo fatigoso proceso de persuasión, negociación y compromiso, que es característica de la política, y en su lugar prestara su voz al que sufre y por tanto anulará la deliberación.
Arendt hizo se manifestó respecto a que la compasión fue descubierta y comprendida como una emoción o un sentimiento y el sentimiento que corresponde a la pasión de la compasión es ciertamente la piedad. Dentro de este estado de cosas, jugó un papel relevante la influencia, que para los revolucionarios franceses, tuvieron las ideas de Rousseau quien en su “rebelión contra la alta sociedad” de los salones apeló a los asuntos del corazón y tematizó el papel de la intimidad contra “la falta de corazón de la razón”. Si a él se le debe haber introducido la compasión en la teoría política al tematizar los aspectos relativos a las emociones, a Robespierre se le puede atribuir el haberlo llevado a las calles.
De tal forma, mientras la piedad empujó a los revolucionarios hacia los oprimidos (como forma pervertida de la compasión) la alternativa que se mostró es la solidaridad “que funda desapasionadamente una comunidad de intereses con los explotados”, y en este aspecto “la solidaridad pudo abarcar a una multitud porque participaba de la razón. Aún cuando podía ser promovida por el padecimiento, se circunscribía a ideas. Robespierre sucumbió ante los encantos de la solidaridad y la confundió nombrándola virtud.
La única problemática que se suscita con la solidaridad, es que aún cuando, al igual que la piedad, tiene la capacidad para establecer distancias (circunstancia que no acontece con la compasión), tiene el efecto de llegar a ser disfrutada en sí misma y conducir a la glorificación de su causa. La solidaridad es un sentimiento que sale a la luz pública y abarca la multitud, eventos ambos que llevan a distorsionar el sentido político puesto que se pierde toda capacidad de relación con personas singulares y llega un momento en que se torna un sentimiento que llega a ser disfrutado en sí mismo, lo cual, puede llevar a la paradójica situación de requerir la existencia de los desgraciados para su propio mantenimiento.
En este aspecto, Robespierre realiza un “elogio delpadecimiento” y al confundir la virtud con el padecimiento, abre un cauce para dar énfasis a una inimaginable capacidad para la crueldad en los revolucionarios. De tal manera, el terror y la violencia imperantes en el movimiento francés tuvieron como palanca la confusión de ámbitos y “los recursos del corazón” antes aludidos. De esta forma, la solidaridad aparecería caracterizada por la capacidad para entregarse al padecimiento de los demás.
En este sentido, la compasión consistía en que abría el corazón del que padece a los sufrimientos de los demás, por lo que establecía y confirmaba el vínculo “natural” entre los hombres. Donde terminaba la pasión, es decir, la capacidad para el padecimiento, y la compasión, esto es, capacidad de padecer con los demás, comenzaba el vicio.
Al respecto Arednt hace especial énfasis en que, desde el punto de vista político respecto a las circunstancias que acontecieron en Francia, “puede decirse que el mal de la virtud robesperiana consistió en no haberse puesto ninguna limitación”. Bajo la proclama de la virtud, lo que en realidad sucedió con Robespierre fue que estaba en germen la aparación del Terror.
Al entender a la voluntad, como una e indivisible, se sustituía a la república por el pueblo, lo cual significaba dejar de lado a las instituciones seculares a favor de la voluntad abstracta del pueblo. Esto llevó a que para Robespierre la aspiración fuera la unanimidad y no el acuerdo de la mayoría. El cuerpo político debía operar como un solo individuo, y por tanto el enemigo a vencer sería entonces el interés particular de cada uno. La única fuerza capaz de proporcionar cohesión a las clases de la sociedad dentro del molde de lo que conocemos como Nación.
Lo anterior constituye la configuración de la ideas de autonomía de la política que Arendt transcribe con sus ideas rectoras de libertad y pluralidad en su libro “Sobre la Revolución”.

1 comentario:

  1. Me gustó tu escrito aunque no estoy de acuerdo con la interpretación que haces de la solidaridad y creo que te faltó hablar o profundizar más en la hipocresía, como la perversión de la política.

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